La palabra que perfectamente puede definir el nacimiento del cabaret es la palabra clandestinidad. Una clandestinidad selectiva y perfectamente definida. Concebido por sus coetáneos como una aberración moral, el cabaret se abrió paso a base de fuerza en la noche parisina del S.XIX. Llegó para quedarse y se apropió de todo aquello que la sociedad desdeñaba. La música tradicional fuera de la academicista, el baile provocador, el canto a la injusticia, el amor o el miedo. Todo aquello moralmente reprobable para la Belle Epoque era motivo de baile.
Muchas veces se deja de lado la otra palabra clave que se debe asociar al cabaret. La palabra “elegancia”. Una elegancia fuera de lo convencional, que se aleja de los (de nuevo la palabra) cánones establecidos. El cabaret desnuda a las personas y sus intenciones, ofreciendo a los artistas una expresión pura.
Nu-Cabaret es a día de hoy una expresión necesaria. A pesar del Siglo, todo aquello considerado fuera del orden vuelve a estar en tela de juicio. La sociedad actual tiene la tendencia de aportar cánones y estructuras a todo aquello que aparece por su camino, obligando a que todo tenga un cabestrillo sobre lo que reposar diligentemente y a ser posible sin alzar la voz.
Nu-Cabaret es el grito contra el ordenamiento y la definición académica. Es la apertura total del arte del cabaret, como propuesta de expansión del alma y como fórmula para expresar la vida.
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